Hay pájaros que viven en la basura

12-04-2005

Mientras llegaba la noche me di cuenta de que ninguna de las esperanzas que dibujaba para ella eran mías.

Descubrí, poco a poco, el velo que tapaba el cuadro de azogue, y dentro había lo de siempre: un ser patético en el que no confiaba.

El frío comenzó a ser intenso, a pesar de haber llegado ya la primavera. Y como andaba descalza, la hierba se quedaba húmeda y medio muerta, entre los dedos de mis pies.

Ahora sé que lo único que puedo poseer (a parte de un puñado de experiencias que quizás me robe la vejez), es el sol, la luz para curarme, y para estar sola, sin hablar, para respirar y nada más.

Hay un monstruo que a veces se viste con mi ropa y aprovecha para difuminar mi silueta, que está dibujada en lápiz, sobre un papel.

NUNCA HAY NADA

El espacio está vacío,
nunca hay nada.
Las nubes se condensan y después se desmoronan
en agua desordenada.
El calor no se concentra,
se escapa, justo como el amor,
como las charlas.

Mi camino acaricia la esperanza.
Rodea el sueño, lo toca,
pero no lo alcanza.
Y no es eso,
no hay nada.
Son mis treguas,
mis metas abandonadas.

Todo es siempre mentira.


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